Alimentación y envejecimiento prematuro

En la antigüedad, las reglas de vida y los regímenes alimentarios eran bastante diferentes a los de hoy. El azúcar era totalmente desconocido y la harina del pan contenía el germen y la cáscara del grano que hoy conocemos como “salvado”. En China, el arroz integral que consumían, las infusiones de hierbas naturales y el ginseng operaban sin duda ese “milagro”, que aún hoy se comenta entre los viajeros – la calidad de esa “piel de porcelana “en la tez de las mujeres orientales, fresca y lozana hasta edad muy avanzada. Al parecer, la alimentación de estos pueblos era muy rica en vitamina E. En efecto, los aceites vegetales prensados en frío, el germen de trigo, el arroz integral, las verduras de hoja y las legumbres –que la contienen en abundancia- formaban parte de la dieta cotidiana en la antigüedad, a la que debe agregarse el zinc, contenido en arenques, semillas de girasol, frutas secas, leche y cordero, que consumía el pueblo judío, cuyo único edulcorante conocido era la miel. 

El desequilibrio alimentario y la ingesta de los llamados “alimentos tóxicos”, son dos factores muy importantes como causa fundamental de la vejez prematura y de la aparición de arrugas, especialmente en la piel del rostro. 

Las toxinas que provocan envejecimiento prematuro se encuentran en todos los alimentos procesados y enlatados que se alejan de la cadena natural. Con referencia a esto, la ciencia de la Nutrición pone mucho énfasis en prevenir contra las harinas refinadas (blancas), particularmente de trigo, y el azúcar refinado (también blanco). 

Se demostró que una dieta equilibrada, atóxica y balanceada, sobre la base de verduras frescas y crudas, yogur, frutas, legumbres y cereales integrales, aportan vitaminas y minerales indispensables para el metabolismo celular, y debería iniciarse preventivamente con los primeros síntomas de estrés o cansancio

orgánico, cuando aparecen esas pequeñas lagunas en la memoria o dificultades para concentrarse. El objetivo es lograr nuevamente un buen funcionamiento de nuestros tejidos, y los alimentos que se eligen son: todas las carnes, aves, pescado y mariscos, con excepción de los productos procesados, como la carne enlatada. Productos lácteos (leche, manteca, queso) y huevos. Frutas secas, nueces, almendras, maníes. Arroz integral. Germen de trigo. Brotes de alfalfa y soja. Pan integral o proteínico. Miel pura o azúcar morena. Té verde.  

Los alimentos que se evitan son: Azúcar blanca, pastas y pan de harina blanca. Arroz blanco. Colas y otras bebidas de refresco. Alcohol en todas sus variantes. Café y té fuertes. Alimentos “chatarra”, empaquetados, que no nutren; ya que “somos lo que comemos” y cuando ingerimos toxinas, nos vemos expuestos a sus consecuencias: mal funcionamiento orgánico, mala nutrición de los tejidos, vejez prematura, estrés, predisposición a enfermedades cardíacas y reumáticas, arrugas a edad temprana. 

Una dieta desintoxicante, debe ser acompañada por ejercicios, técnicas de relax y productos de belleza que contengan elementos naturales (hierbas, minerales y miel). 

 Si las actuales formas de vida han acelerado el proceso de envejecimiento, lo que buscamos biólogos y nutricionistas es retardarlo nuevamente volviendo a la naturaleza, teniendo en cuenta que cada ser humano nace con capacidades suficientes para vivir hasta más allá de los ciento cincuenta años y que por lo tanto, a los setenta debiera estar en la plenitud de la existencia.